Ayer los diarios levantaron la siguiente información: Coronavirus en la Argentina, las provincias acuerdan que no haya repitencia en este año escolar,
El chat de profesores estalla frente a esta noticia. Todos coinciden que los alumnos les comentan “ya fue… ahora no se hace nada”, especialmente los más grandes. Se escuchan y leen frases como “sin repitencia, pero sin promoción automática”, “articulación del 2020 con el 2021 como un continuo de aprendizajes.”
Desde el inicio de esta pandemia los educadores han venido sorteando esta tormenta del COVID con sus mejores herramientas , han incorporando nuevos saberes, han modificado sus maneras de enseñar, se han reinventado y han buscado formas de traspasar la pantalla para estar más cerca de sus alumnos generando vínculos y aprendizajes. Y fueron aprendiendo en la experiencia (“learning on the go”) Fue lo necesario, fue lo esperado pero también para llevar ese barco en medio de la tormenta a buen puerto hay que darle un norte. Hay que tomar la brújula y apuntar hacia donde deseo ir. Tal como le dijo el gato de Chessire a Alicia ,en el cuento Alicia en el País de las Maravillas , si no sabes a donde ir no importa que camino tomes.
Como escuelas es nuestro deber tener el norte claro, apuntar la brújula, marcar el norte. Y este año la brújula apunta a un norte diferente. Apunta a hacer foco en los procesos, en desarrollar las habilidades que nos permitirán volver a una escuela transformada, a unos alumnos y docentes transformados. Que los docentes no se desesperen, ni los alumnos festejen que ya llegaron las vacaciones.
¿Cómo llegamos a acreditar esos “saberes”? Cuando hablamos de saberes no hablamos sólo de información o contenidos, porque sino seguimos pensando en el modelo tradicional de escuela que quisimos desterrar.
¿Cómo responsabilizar al alumno de este proceso? ¿Cómo evaluarlo? ¿Cómo cambiar esa mentalidad de ..ahora no hago nada? El gran problema que se nos presenta en primera instancia es que seguimos pensando que la evaluación es pareja de baile de la calificación, y la mirada está puesta en el resultado. Este es un modelo mental que forma parte de la cultura de cada institución y de cada docente. Tenemos que salir de la caja para pensar de una manera diferente, donde evaluaremos procesos. Entonces tenemos que ver más allá de los contenidos resultadistas de una exámen o un trabajo práctico. Para esto cada escuela podrá desarrollar sus propios procesos de evaluación como por ejemplo las rúbricas. Una escuela ágil trabajará en células conformadas por equipos de docentes donde desarrollarán en conjunto y de manera colaborativa los aspectos a valorar y evaluar para cada área. Entonces la invitación será de ver más allá de los contenidos propios de la materia y trabajar sobre las siguientes preguntas ¿Qué habilidades queremos desarrollar? ¿Cuáles son las competencias individuales que esperamos ver en cada alumno? ¿Qué producto final y con que condiciones de satisfacción deseo ver al final del proceso?
No repetir no significa no aprobar, evaluar no significa calificar. Hoy más que nunca nos interpela la verdadera tarea primaria del educador, que es hacer que los alumnos quieran aprender. No por la nota, no por obligación, sino porque a partir de esos aprendizajes su mundo se expande, pueden hacer cosas que antes no podían, crecen! Para ello debemos convertir a esos aprendizajes en aprendizajes significativos, que estén relacionados con su mundo, con sus vivencias.
Siempre hay posibilidades de crear nuevas oportunidades, sólo hay que generarlas. Entre tu problema y el mío hay una conversación de distancia… ¿Qué conversaciones debemos ahora generar con nuestros alumnos frente a este contexto? Si mi escucha es ahora no van a hacer nada… ¿qué puedo hacer yo para que esto cambie?
Pero para que todo esto suceda debemos calibrar la brújula, y es el líder el que marcará el norte y acompañará en este viaje. Porque cuando hay un PORQUE no importan los COMOS.
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